miércoles, 15 de diciembre de 2010

Poema del espejo

Soñé anoche que me llamabas mientras dormía,

y me tomabas de la mano y volando me conducías,

a un lugar ignoto y mágico donde el viento susurraba,

melodioso entre las ramas de los árboles frondosos,

como si llevara el murmullo de la fiesta de los sauces.


Te encontré al fin cuando estaba ya avanzada la mañana,

dispuesto como siempre a contagiarme de tu magia,

pero te vi en cambio con el corazón acongojado y triste;

en tu rostro los ojos inundados de lágrimas amargas

y tras de ti atadas las alas de angustia y desespero


Te tomé entre mis brazos fuertemente,

enjugué tu llanto amargo con la dulzura de la risa,

y caminando largamente, casi sin darnos cuenta,

alcanzamos aquel horizonte que tan lejano parecía,

cuando antaño el sendero plateado no veías.


Sonreíste entonces, ya alegre, serena y hermosa

y desataste el nudo que te hizo el desconsuelo,

abriste las alas como una recién nacida mariposa

y cuando llegó el tiempo de partir, hasta otro día,

volaste de nuevo al viento, ilusionada


Yo te contemplaba con los pies libres del suelo.

Me descubrí riendo entre los soñados sauces,

mientras que mi corazón al tuyo le decía:

¡vuela y ríe ahora, hada mía!, que seré yo luego

un duende alado... para cuando a ti te falten alas.

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