Ahora un adiós,
no inesperado, pero en todo caso repentino,
como un huracán que se esperaba, pero que no puede ser detenido,
viento frío, entonces cada palabra tiene un gusto amargo de tristeza
y del cielo en penumbra
se deja caer un manto gris sobre cada cosa, sobre todas las cosas
sobre las calles, los faroles, las ventanas,
sobre mis pasos y mi sonrisa,
sobre mis hombros,
como si de repente pesara aun mi propia sombra,
sobre cada cosa, sobre todas las cosas,
pero no sobre aquellos ojos por los que suspira el alma y añora todavía
Un viejo río viene a humedecer los corredores de la conciencia,
los pensamientos se resbalan y arrastran consigo a las palabras,
en un instante se desmadeja la fuerza del valiente y sucumbe...
ante una rosa que hiere sin querer,
con sus pétalos más que con las espinas,
con un cántico sentido que no deja lugar a las excusas.
El tiempo se comprime...
de un solo instante un universo sostenido,
tan solo un esfuerzo más para mantener todas las lágrimas en su sitio,
para recoger los restos de la armadura y componerlos sobre el cuerpo,
tratando de no parecer tan vencido,
tratando de que mi parecer no nuble su juicio,
doy media vuelta para no verla partir
y un “no te vayas” se ahoga...
en algún lugar entre el corazón y la garganta.
miércoles, 28 de octubre de 2009
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